sábado, 5 de abril de 2008

Carta de la Diputada Porvincial en Tierra del Fuego, Élida Deheza

Ernesto Blanco nos acercó el recorrido militante y político de la Diputada Provincial en Tierra del Fuego, Élida Deheza y Mauro Casella dio la lectura de la siguiente carta:

"Agradezco la invitación a participar de los Actos del 24 de marzo, lo agradezco muy especialmente porque ahí, en esa querida ciudad están mis afectos y las amadas ausencias de mis compañeros.

Quiero empezar este homenaje contándoles que me llamo Elida Deheza, que tengo cuatro hermanos, una hija y que conocí a mis padres; lo digo porque en la Argentina hay centenares de jóvenes que no conocen su identidad porque fueron robados de los brazos de sus madres hoy desaparecidas de los centros clandestinos de detención que operaron durante la dictadura militar.

Algunos de esos hijos ya han sido recuperados gracias a la formidable lucha de las Abuelas.
Debo decir también que este homenaje que hoy tengo el honor de realizar lo hago en nombre de una generación de la que soy parte y con la que compartí los años de militancia y los sueños de alumbrar una Argentina más justa.

Podría comenzar este homenaje señalando que el 24 de marzo de 1976, comenzó un proceso de exterminio sistematizado y organizado desde las estructuras del Estado, que el nombre mayúsculo de esa dictadura es Jorge Rafael Videla, que junto al capitán Aztiz ( al que algunos aun consideran veterano de guerra) constituyeron los íconos de la dictadura, ellos, juntos a otros muchos integrantes de las fuerzas armadas y de seguridad, en nombre de la obediencia debida secuestraron, mataron, violaron, robaron niños y niñas recién nacidos, torturaron, nos desaparecieron....

Que a partir de ese día comenzó lo que los militares llamaron "Proceso de Reorganización Nacional", y que hoy reconocemos como la dictadura más sangrienta que vivió el pueblo argentino e instaló el terrorismo de Estado como mecanismo generalizado y sistemático de represión al pueblo.

Podría detenerme en detallar las consecuencias de lo que dejó la dictadura, cuyo destino final son los 30 mil compañeros y compañeras desaparecidos y la muerte silenciosa de miles de argentinos que el genocidio económico instaurado por Martínez de Hoz y los socios civiles aun no juzgados, desató en el país.

Pero elijo hablar de nosotros, y digo nosotros porque siempre nos sentimos parte de la historia colectiva del pueblo.

Y elijo hablar desde el lugar de la memoria.

Porque si como sociedad no somos capaces de juzgar a los responsables del genocidio, habrá una generación que de vez en vez hará sonar sus huesos desde el fondo de la tierra, desde el fondo del mar, reclamando justicia, la justicia que los destructores de la vida le negaron a miles de militantes políticos y sociales en la ESMA, en la Quinta de Funes, en cada centro clandestino de detención, en cada rincón de la Argentina...

Porque hablar de los compañeros y compañeras es rescatar todo el compromiso, toda la entrega, toda la voluntad de cambiar la historia, virtud que tuvimos por aquellos años sin reservas.

Siempre duele la memoria, siempre están las ausencias.

Ausentes de las manos de la justicia pero presentes en la memoria colectiva. Luchar contra el olvido que nos degrada. Solo desde el olvido se puede bastardear la historia.

Treinta y dos años empeñados en seguir siendo quienes éramos: militantes populares, militantes políticos comprometidos en la lucha por la justicia, por la memoria, por la verdad
Treinta y dos años empeñados en la lucha por una Argentina más justa, por los mismos sueños y utopías de ayer.

Desde nuestra testaruda convicción luchamos hoy como ayer por el derecho del pueblo al pan en la mesa, a tener una vivienda, salud, educación, seguridad cuando le llegan los años, por el derecho al trabajo que dignifica.

El derecho a no ser torturados en los calabozos, a no desaparecer por el gatillo fácil, a que la pobreza no nos mate el futuro.

Acá estamos todavía, con las banderas de nuestros compañeros en alto.
Reconociéndonos en nuestros errores y cobijándonos en nuestras fortalezas, asumiendo la obligación que tenemos como generación y en deuda con todos, los que nos han defendido de la impunidad y del silencio.

Hay quienes piensan que los Derechos Humanos son cosa del pasado, que ya es tiempo de cerrar las heridas.

Los derechos humanos no son cosa del pasado, son parte del futuro. Y en ese sentido todos (en particular la dirigencia política) tenemos deberes que cumplir.

Hasta que encontremos el último nieto apropiado. Hasta que toda la verdad se haga presente, aunque duela. Quizás por tantos años de silencio, creo fuertemente en la palabra, y deseo que la palabra en este homenaje sirva para darle a la Verdad y a la Memoria el lugar que merecen.
Quienes hacen Teatro por la Identidad han dicho que “la memoria funda siempre el mañana, para que no se repitan las pesadillas, que la memoria es sobre todo, una poderosa vacuna contra la muerte y el pan necesario para la vida. Por eso, quien cuida y guarda la memoria, guarda y cuida la vida, y quien no tiene memoria está muerto.

Quienes arriba fueron poder, nos heredaron un montón de pedazos rotos, muertes, impunidades, ausencias, rostros de historias desmoronadas, desesperanzas. Y ese montón de escombros es lo que nos ofrecen como tarjeta de identidad

Pero hubo quienes fueron y son abajo. Ellos y ellas nos heredaron, no un mundo nuevo, completo y acabado, pero sí algunas claves y pistas para unir esos fragmentos que nos permitan armar el rompecabezas de la historia.

Tal vez por eso temen los de arriba, porque quien tiene memoria en realidad tiene en su futuro una puerta abierta”.

Somos muchos y muchas los que al buscar la memoria estamos buscando parte de nuestro rostro. Quien nos pide que olvidemos, nos pide que dejemos de ser quienes fuimos para que sigamos incompletos.

Por eso es importante la palabra, porque es el conjuro contra el olvido y la desmemoria. Por eso no olvidamos a Julio López, por eso los juicios por la verdad... por eso en este 24 de marzo mi abrazo a los familiares de los queridos compañeros de Pérez y a mis compañeros, que no han desparecido de la memoria del pueblo, mi compromiso de no olvidar hasta que el último de los genocidas sea juzgado por sus crímenes, porque nosotros no nos reconciliamos con la impunidad.


Un abrazo especial a Verónica Gausegno, esa hija que Miguel no pudo ver crecer y que es la prueba viviente de que le ganamos al olvido

POR los 30.000 DESAPARECIDOS

PRESENTE, AHORA y SIEMPRE.

La negra

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